La Revolución Industrial dio origen a grados
de explotación solo comparables con la esclavitud en sus formas más abusivas,
sometiendo a los trabajadores a condiciones de esfuerzo, horario, peligros,
enfermedades profesionales, falta de descanso y remuneración ínfima que no
había sufrido, durante los siglos anteriores, el campesinado del que los
trabajadores provenían en general. Se destacaba en ese cuadro la explotación
inhumana del trabajo infantil, particularmente en la minería. Facilitaba toda
esta situación la existencia de enormes contingentes de trabajadores
desocupados cuya condición era aún más mísera, y que podían sustituir a
cualquier asalariado que protestara por sus condiciones de trabajo.
Fueron
surgiendo en forma espontánea y esporádica diversos tipos de protestas, como
las manifestaciones, la huelga, la ocupación de fábricas y el sabotaje,
que precedieron a la formación de organizaciones de trabajadores (los sindicatos).
El
ejercicio del poder político por representantes de los sectores sociales
beneficiarios de esta situación aseguraba su mantenimiento. En nombre de la
libertad individual se sostenía que los Estados no debían legislar
interfiriendo en la "libre contratación" entre empleadores y
trabajadores. La intervención del Estado en los conflictos laborales se limitó
durante mucho tiempo a la represión de las protestas, consideradas ilícitas,
mediante la acción policial o militar.
Durante
el siglo XIX fueron naciendo diversas corrientes que desde ángulos distintos
exigieron la intervención del Estado en defensa de los trabajadores, como las
escuelas intervencionistas y las escuelas socialistas.
Las
escuelas intervencionistas quieren que el Estado proteja, por medio de una
política adecuada, a las clases sociales perjudicadas con la libre distribución
de la riqueza.
El
socialismo, particularmente en su desarrollo formulado por Karl Marx,
procuraba sustituir la estructura capitalista por un régimen en que no
existiera la propiedad privada de los medios de producción ni la explotación
por unos seres humanos de la fuerza de trabajo de otros. El objeto del
socialismo es la emancipación de los proletarios por obra revolucionaria de los
mismos proletarios.
La
Iglesia católica adoptó inicialmente, durante mucho tiempo, una actitud de
condena sistemática de todas las tendencias que pretendían imponer límites a la
libre explotación del trabajo ajeno. Su evolución solo comenzó a fines del
siglo XIX. Lo que hoy se conoce como "doctrina social de la Iglesia"
tuvo sus principales jalones son las Encíclicas Rerum Novarum
(1891), Quadragesimo Anno (1931), Mater et
Magistra (1961) y Laborem
exercens (1981). La Rerum Novarum
abogó por la reglamentación de las horas de trabajo, del trabajo femenino y de
menores. Asimismo condenó la fijación de un salario insuficiente, declarando un
deber de estricta justicia del patrón pagar al asalariado una remuneración que
le permita vivir en condiciones humanas. Las otras encíclicas complementaron y
ampliaron la primera.
El
trabajador que presta sus servicios subordinadamente ha pasado de ser un esclavo
en la Edad antigua, un siervo de la Edad Media (conocido también como el siervo
de la gleba), a un sujeto con derechos
y libertades en la actualidad. El Derecho
ha venido a regular condiciones mínimas necesarias para una estabilidad social.
El
surgimiento de las primeras leyes laborales data desde la segunda mitad del
siglo XIX, y más tardíamente en unos países que en otros. En 1919, con el Tratado de Versalles que puso fin a la primera guerra mundial, el derecho del
trabajo adquiere respaldo internacional plasmado en la creación de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT).
Hay
definiciones filosóficas, económicas
y físicas del trabajo. No obstante, para el Derecho laboral lo que importa es
que rige el trabajo subordinado. La actividad del médico
independiente o del artista, u otros profesionales independientes, están fuera del
interés del Derecho laboral. Donde cese la subordinación, cesa la aplicación
del derecho laboral [cita requerida].
Actualmente
se han excluido de su empleo en el léxico
jurídico-laboral términos anacrónicos referidos a "obreros" o
"patrones", que marcan líneas ideológicas.
Por otro lado, no resulta del todo adecuado denominar empresario
al empleador. Se reserva esta última expresión a quienes han montado una
empresa, y que puede tener o no trabajadores en relación de dependencia, por lo
que resulta equívoca para hacerla un elemento determinante de la relación de
trabajo